'Pitu Mosquits': “Juntos avanzamos, solos no vamos a ninguna parte”

'Pitu Mosquits' / ©Rafael L—ópez-MonnéŽ

Último ascenso a la plaza del Rei, último esfuerzo para los sacrificados portadores de la Presa de Jesús. Hombro con hombro, empapados de sudor, casi sin aliento después de tres horas largas de procesión, ‘Pitu Mosquits’ y sus compañeros sacan fuerzas de donde sea para cargar cuesta arriba una tonelada y media de escultura, el paso más pesado de todos los que iluminan la solemne comitiva nocturna de Viernes Santo en Tarragona. A las órdenes de ‘Pitu’, 23 hombres entrenados y convencidos, 23 abnegados camaradas avanzan acompasados al ritmo vivo de los tambores y los aplausos. «Sólo un poco más, un poco más«, se oye gritar. Pero no es sólo con sudor que llega a la plaza. A punto del agotamiento hay una razón más poderosa que empuja los pasos calle arriba. Todos los portadores desean con ansia el momento de liberarse del peso para abrazarse unos a otros; celebrar, algunos con lágrimas en los ojos, que juntos sí, que juntos han podido hacerlo.

‘Pitu’, el exhausto presidente de la Associació del Pas de la Presa de Jesús, ha hecho una promesa que teme no poder cumplir. Este hombre del Serrallo se ha pasado más de media vida surcando las olas. Se embarcó con 13 años y ha dejado de ir a pescar hace no mucho, con 62. La barca ha puesto rumbo a su vida. Pero pocas cosas, excepto la familia, han conseguido dar tanto sentido a su existencia como aquellos instantes de celebración sincera y desbocada, que ya hace veinte años que saborea con los compañeros al culminar la procesión. «Empiezo a ser mayor para ir bajo el paso y cada año le digo a mi mujer que será el último… Pero no puedo renunciar. Llevar el paso exige coordinación y solidaridad. Son los mismos valores constructivos necesarios para hacer ‘castells’, o bogar en el mar. Bajo el paso, somos una familia. Juntos avanzamos. Solos no iríamos a ninguna parte «, explica el ‘Pitu’.

Cada Viernes Santo, tradición y devoción guían los pasos de 5.000 personas por las calles de la Part Alta. La procesión del Sant Enterrament, que se celebra desde 1550, es el punto álgido de la Semana Santa en Tarragona. Este acto masivo, sobrio y doloroso, alejado de los esquemas de otras manifestaciones religiosas estos días, es según dicen la procesión más emblemática de Cataluña, si bien ha vivido muchos altibajos a lo largo de la historia. De hecho, la comitiva tocó fondo hace unos años por falta de público, una tendencia que cambió de forma radical cuando dejó de estar vetada a las mujeres, en 1983, y se incorporaron nuevas generaciones de participantes.

Como otras expresiones festivas en la ciudad –el caso de Santa Tecla–, la procesión del Sant Enterrament ha revivido gracias a su carácter popular. El intenso activismo de las 11 cofradías y hermandades religiosas de la ciudad, que cuentan con 12.000 asociados, ha permitido no sólo atraer la participación de la gente, sino restituir completamente el brillo a una costumbre sentido y solemne, marca de ciudad, que forma parte de la identidad de los tarraconenses. La lenta puesta de sol, los escenarios monumentales, la entrega de los portadores, la sobria solemnidad de la comitiva… contagian una emoción intensa a la multitud que se congrega todos los años entre la Rambla y en la Part Alta. Más allá de la dimensión espiritual de la procesión, cada año presencian este cortejo por las calles de Tarragona unas 50.000 personas.

Texto: Oriol Margalef
Fotografía: Rafael López-Monné

La Semana Santa de Tarragona ha sido declarada fiesta de Interés Turístico Nacional por la Generalitat de Cataluña, y la procesión del del Sant Enterrament, Festa Tradicional d’Interès Nacional.

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