Jordi Piqué, director del Archivo de Tarragona: “El Archivo es la casa de la memoria de Tarragona”

Jordi Piqué, director de l'Arxiu de Tarragona / Rafael Ló—pez-MonnŽé

Repartiendo munición a los soldados acuartelados en Lleida, preparados para intervenir sin tener claro aún al lado de quién si lo ordenaba el mando, Jordi Piqué decidió la noche del Golpe de Estado fallido del 23-F que cuando terminara el servicio militar obligatorio se haría historiador, y especialista además en nuestro pasado más reciente, el menos explicado y el más determinante. Nacido en el barrio de la Parte Alta y doctor en Historia Contemporánea, Jordi Piqué es desde hace diez años el director del Archivo de la ciudad de Tarragona, un centro de documentación que ha vencido el tradicional aislamiento del saber y hace divulgación activa de un relato no siempre esplendoroso, pero que cuenta con miles de nombres, hechos y números la singularidad de carácter de Tarragona.

Un archivo puede ser un lugar cerrado y prosaico, una morgue inacabable de carpetas y archivadores marchitándose en cientos de estantes metálicos. O puede ser un espacio donde los documentos no sólo ilumina un fluorescente; también la luz de sus responsables, actores comprometidos con la divulgación del conocimiento. «Conocer la historia cohesiona a nuestra sociedad. El archivo es la casa de la memoria de Tarragona, una puerta abierta no sólo al pasado sino al futuro de la ciudad«, explica Jordi Piqué. En este contexto, la misión del archivo sobrepasa la función de préstamo a funcionarios y particulares. Este equipamiento municipal, que custodia más de 8.300 metros lineales de documentación del siglo XIII al XXI, ha asumido el liderazgo de un agente cultural y hace difusión de la memoria de la ciudad organizando, exponiendo o publicando investigación propia de alto nivel.

Como la muestra conmemorativa del fin de la guerra civil que se podrá ver pronto, o la exposición que hay montada estos días con motivo del festival SCAN, un periplo en la Tarragona de los años setenta a través del objetivo y el atrezzo profesional de Ramon Segú Chinchilla, un prolífico fotoperiodista ya retirado. Al igual que otros personajes de la ciudad, que han acumulado a lo largo de décadas preciada documentación de interés público, Chinchilla ha cedido su fondo fotográfico al archivo histórico de Tarragona, «el archivo de la ciudad«, apunta Jordi Piqué. Porque el proyecto va mucho más allá de custodiar fondos ajenos. El objetivo es que el archivo sea un punto de encuentro de vivencias y recuerdos particulares de cuántos más ciudadanos mejor, para trenzar y hacer más fuertes los lazos que los unen y recuperar la memoria colectiva con todos los matices.

En esto consiste el proyecto «Capsa de sabates» (Caja de zapatos), un espacio web donde los ciudadanos pueden guardar y compartir álbumes de fotos familiares, y que ha hecho aflorar la diversidad de orígenes del tejido social tarraconense. «Tarragona es una ciudad de acogida. Sólo una minoría tiene todas sus raíces aquí. Muchos recién llegados atraídos por la industria y el turismo en la década de los sesenta vivían en chabolas, y los últimos años han llegado muchos inmigrantes de fuera de España, algunos de los cuales nos cuentan sus vivencias a través de la Capsa. Sus recuerdos son valiosos, ellos también construyen la ciudad y nosotros tenemos el reto de ir integrándolos«, afirma Piqué.

Hay un antes y un después del traslado del servicio, hasta 2012 ubicado en el Ayuntamiento, a uno de los antiguos secaderos de la Tabacalera. En la nueva ubicación de la Part Baixa (Part Baja de la ciudad, en los barrios del Puerto y del Serrallo), el archivo ha ganado espacio de almacenamiento, consulta y exposición. En realidad, también se ha hecho mayor y gestiona ya no sólo el fondo administrativo de uso corriente en el Ayuntamiento y el archivo histórico municipal -enriquecida los últimos años con numerosas donaciones particulares y una de las series de libros de actas de plenario más completas, desde el 1358-; sino también la biblioteca hemeroteca municipal de Tarragona -con cerca de 15.000 libros y más de 400 títulos de publicaciones periódicas desde 1808 hasta la actualidad- y el Centro de Imágenes, que además permite acceder desde Internet a 35.000 documentos de un total de 1,5 millones.

Sólo en 2013 el archivo recibió casi 3.000 visitas, un hito que podía parecer utópico hace sólo unos años; y aún más, impensable en el crepúsculo de la dictadura en Tarragona, cuando Piqué había iniciado los estudios de Psicología. «Organizando exposiciones y charlas que recuperan la memoria hemos conseguido que nos visiten gente que quizás nunca volverán. Estamos obligados a hacer divulgación, llegar a cuantas más personas mejor. Hay mucho mover las cosas porque el franquismo hizo mucho daño al país y seguimos sufriendo consecuencias como el atraso cultural o la falta de sentido cívico. Esto explica fenómenos sociales como la aceptación popular de los espabilados y los altos niveles de defraudación fiscal«, asegura.

Solucionar un problema significa reconocerlo y asumirlo. Hay que saber qué nos pasó para entender qué nos pasa. En un país que mantiene todavía muchas puertas cerradas, el archivo de Tarragona y otros hacen lo posible para abrirlas y poner el conocimiento al servicio de la libertad.

Texto: Oriol Margalef (@OhMargalef en Twitter)

Fotografía: Rafael López-Monné (@lopezmonne en Twitter)

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