Antoni Mas, herrero y creador del Àliga: “Con el Àliga forjamos un símbolo de Tarragona”

Antoni Mas - ©Rafael Ló—pez-MonnéŽ

Colaborador durante muchos años del programa de «El Món s’acaba…«, de Xavier Grasset en Catalunya Ràdio, Antoni Mas se hizo famoso por recoger y explicar en antena infinidad de anécdotas y relatos cargados de ironía sobre la cotidianidad en los pueblos. Entre finales de los noventa y primeros de la pasada década, la familia Mas se hartó de coche para que Antoni, que tiene una capacidad extraordinaria para conversar con la gente, pudiera guardar en el zurrón historias de todo tipo.

Sin embargo, una de las anécdotas que más poso ha dejado en la vida de Antoni no tuvo que ir a buscarla lejos de casa, sino que ésta vino a encontrarle en su taller de ferretería, en Vila-seca. En 1983, un grupo de chicos que estudiaban bachillerato se presentó en su casa con una idea que daría un impulso decisivo a la celebración de Santa Tecla, la fiesta mayor de Tarragona.

«Querían fundar un Ball de Diables y necesitaban que les construyera cetros para Lucifer y la Diablesa«, recuerda. Tres años después «volvieron con un encargo aún más difícil: querían recuperar el Àliga«, la mítica águila que era propiedad de los herreros y que representaba a la ciudad en el pasacalle hasta que dejó de salir, en el siglo XIX.

El encargo no podía caer en mejores manos. Mas se dedica a la «forja, estampación y embutición de metales«, que es como conoce Hacienda a los herreros de toda la vida. Antoni, de hecho, sigue forjando el acero como lo hacían sus antepasados ​​en el mismo local. Entre el montón de herramientas antiguas que cuelgan de su taller, asegura, hay algunas que fueron usadas por los prisioneros que excavaban el acantilado del Balcón del Mediterráneo, en el siglo XIX. De allí salió la piedra para construir el puerto.

Toda Tarragona, no sólo el Balcón y el puerto, se ha construido con los sudores de mucha gente. Como también hubo mucho esfuerzo, aunque más simbólico, más figurado, en la recuperación de la fiesta mayor de Santa Tecla. Este ritual antiquísimo, al que la falta de interés institucional estuvo a punto de matar de hambre, es hoy un rotundo éxito de participación y aportación ciudadana, un encuentro festivo que identifica a Tarragona. Y todo gracias a la dedicación, a la visión y a la hiperbólica voluntad de un grupo de personas que empezó siendo pequeño, pero que se hizo grande con sus ideas.

«Ni cuando recibió el encargo de construir el Àliga, momento en el que la fiesta iba recuperando entidad, nunca me hubiera imaginado el alcance acabaría cogiendo todo esto. A veces, cuando veo toda aquella multitud en la calle, participando de forma entregada a la procesión del Braç de Santa Tecla o en la Baixada de l’Àliga, pienso que es una gran locura colectiva. La gente ha perdido la fe de muchas maneras, pero la fiesta tiene la capacidad de generar al mismo tiempo mucha devoción«, afirma Mas.

El proceso de creación del Àliga en sí también fue un pequeño milagro. Antoni, formado en la Escola d’Art i Disseny de la Diputació, se inspiró en el Àliga de Girona y creó una estructura de hierro que luego recubrió con piezas geométricas de latón. Resultado: los ochenta kilos más pesados ​​que han pasado por su taller. «Fue un proceso muy duro. Me lloraban los ojos mientras la montábamos. Nunca me había puesto tan nervioso trabajando. Además, tuvimos que correr para tenerla a punto en la fiesta mayor del 1986, porque ya se había anunciado«, explica Mas.

«Con el Àliga forjamos un símbolo de Tarragona«. Antoni se muestra satisfecho de haber sido padre de una pieza tan elegante, divertida y simbólica, rematada con una corona del taller de joyería Blázquez. El propio Mas ha participado ahora de nuevo en la restauración del Àliga, en la que años de excesos festivos habían abollado y hecho perder brillo, y que volverá a lucir la mejor cara a la próxima Santa Tecla, con motivo de los primeros treinta años de su recuperación. Conciertos, encuentros y fiestas varias ambientarán un aniversario que vivirá el clímax la noche del 21 de septiembre, con la célebre bajada que hacen el Àliga y otros elementos desde la Plaça de las Cols.

Mientras la fiesta se cuece, Mas repasa con la mirada en los borradores hechos con lápiz, las primeras pruebas de plumas y los restos de planchas que aún conserva en su taller. «Fue un encargo duro, un reto que me puso a prueba como herrero«, dice, pensativo. Visto con los años, las aportaciones de este maestro artesano en el Seguici de Tarragona han sido claves para forjar el mito. Los Diables, el Àliga, la Cucafera, el Àliga petita, la Cucafera petita, y más recientemente, el Griu… todos ellos han pasado por las manos de Antoni Mas y se han ganado la estimación perpetua de la ciudad.

Texto: Oriol Margalef (@OhMargalef en Twitter)
Fotografía: Rafael López-Monné (@lopezmonne en Twitter)
Vídeo: Explay

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