Andreu Muñoz, arqueólogo y presidente de la Associació Cultural Sant Fructuós: “Tarragona fue faro de los primeros cristianos en Hispania”

Andreu Muñoz. / ©Rafael López-Monné
Andreu Muñoz. / ©Rafael López-Monné

Enero del año 259 dC. Fructuoso, obispo de Tarraco, y los diáconos Augurio y Eulogio son quemados vivos en la estaca del anfiteatro. El emperador romano Valeriano ha promulgado leyes para perseguir a los cristianos y la ejecución de sus líderes espirituales es un descalabro para la comunidad de Tarragona. Sin embargo, el martirio de Fructuoso y el de otros significados cristianos del tiempo ayudará a propagar la religión que en unos años acabará abrazando el Imperio de forma oficial. Sobre la misma arena donde Fructuoso ha ganado la dignidad de san levantará el siglo VI una basílica de culto martirial que atraerá a peregrinos de toda Europa.

Tarragona, ciudad donde según la tradición hizo apostolado San Pablo en el siglo I dC, entró en crisis poco después del martirio de Fructuoso. Los francos, un pueblo bárbaro, aprovecharon el desgobierno en Roma para saquear Tarraco justo al año siguiente. Pero tanta desgracia no parece que debilitara la fe de los cristianos locales. Al contrario. La potencia de importantes hallazgos arqueológicos, como la extensa área de enterramientos y basílicas paleocristianas cerca del río Francolí, y la existencia de noticias históricas que ponen de relieve el papel referente del obispo de Tarraco para el resto de prelados de la península hacen pensar que «Tarragona fue hacer los primeros cristianos en Hispania«, según el arqueólogo y biblista Andreu Muñoz, presidente de la Asociación Cultural San Fructuoso.

Las actas del martirio de San Fructuoso, que narran la detención de los clérigos hasta su glorificación, se hicieron muy populares los siglos IV y V. Uno de los padres de la Iglesia, San Agustín, les dedicó un sermón. Y el poeta Prudencio, coetáneo de San Agustín, cita el documento en uno de sus poemas. Al mismo tiempo, la comunidad cristiana y el nuevo poder eclesiástico de Tarragona crecía y transformaba la ciudad. Algunos edificios públicos quedaban abandonados, como el Circo o el Teatro, y extramuros se desarrollaba el gran complejo sepulcral y religioso que en 1927, durante la construcción de una fábrica de tabacos, dejó al descubierto «la colección epigráfica tardo-romana más importante de la península«, subraya Muñoz.

Entre las tumbas excavadas en este yacimiento -que desde hace años está cerrado parcialmente al público- está la que se atribuye a San Fructuoso. En este lugar descansaron los restos del santo hasta que en el año 711, a las puertas de la invasión musulmana, fueron trasladadas a San Fruttuoso di Capodimonte, en Italia. La Asociación Cultural San Fructuoso quiere dar a conocer la Passio Fructuosi (las actas anónimas del suplicio del santo) y desde 1990 representa habitualmente en el anfiteatro una versión teatralizada del martirio escrita por Muñoz.

La Asociación y Muñoz, que es arqueólogo del Arzobispado y dirige el Museo Bíblico Tarraconense, están también detrás de la Ruta de los Primeros Cristianos de Tarraco. Este itinerario, enfocado al turismo cultural y religioso, incluye siete monumentos que hacen referencia a la progresiva implantación del cristianismo en la sociedad tardorromana: capilla de San Pablo, Catedral y museo diocesano, Museo Bíblico, Anfiteatro, Foro de la Colonia, Basílica del Parc Central, Necrópolis Paleocristiana y conjunto de Centcelles. Este año estrenan un ticket único, y el objetivo a medio plazo es crear una ruta catalana con otras ciudades con patrimonio e intereses similares, como Terrassa, Barcelona, ​​Lleida, Girona y Empúries.

«La idea es trabajar para hacer acciones conjuntas que permitan potenciar el patrimonio paleocristiano en toda Cataluña. Queremos establecer un mapa patrimonial para ofrecerlo como un producto turístico y educativo con el apoyo de la Generalitat de Cataluña, y los diferentes municipios que integran este patrimonio partiendo de Tarragona como Km0«, explica Muñoz. El proyecto cuenta con el apoyo de las universidades de Barcelona, Rovira i Virgili y de Girona.

«Cataluña no comienza en la edad media. En Tarragona tenemos un patrimonio tardo-romano excepcional, un binomio privilegiado donde se superponen los vestigios clásicos y los religiosos. Los cristianos primitivos no eran sectarios, eran romanos cristianos. Su forma de romanidad explica en buena parte quienes somos pero a menudo ha quedado relegada de la divulgación por prejuicios laicistas«. La ruta de los Primeros Cristianos pretende tapar agujeros en el muro del desconocimiento. En un contexto en que las nuevas generaciones han perdido la capacidad de entender el simbolismo y la iconografía religiosa, «tenemos la obligación de hacer difusión el patrimonio paleocristiano no con objetivos catequéticos, sino para dar respuesta a una necesidad cultural«, afirma Muñoz.

Quien ha contribuido decisivamente a renovar el discurso del museo Bíblico y ha incorporado vestigios de gran importancia, como son varios tramos del muro de cierre de la gran plaza administrativa de Tarraco -hasta hace unos años tapados por capas de mortero de yeso-, toma conciencia de la importancia de hacer pedagogía ejerciendo de profesor 17 años en el colegio de Lestonnac. Muñoz es además un firme partidario de la colaboración entre instituciones relacionadas con el patrimonio y la arqueología como única forma de hacer avanzar el conocimiento.

Su nombre aparece en investigaciones recientes sobre el patrimonio antiguo que sólo han sido posibles gracias a la visión, la generosidad y la capacidad de trabajo en equipo entre diferentes socios. Es el caso del sondeo y la excavación en la nave central de la Catedral, que localizó hace sólo unos años evidencias del histórico templo dedicado al culto de Augusto; o de la más reciente excavación en la tumba de San Fructuoso, en el que han vuelto a coordinar esfuerzos con éxito el Ayuntamiento, el Arzobispado y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica.

«Por suerte ya es historia la época en que se confundía el antiguo y el viejo. El futuro de la arqueología pasa ahora por la suma de conocimientos y por la capacidad de divulgar los resultados usando un lenguaje que llegue a la sociedad. La ciencia requiere mucha humildad, la cabeza bien abierto y la suma de talentos de diferente disciplinas. Y sólo con esta nueva mentalidad conseguiremos someter los vestigios de Tarragona a una reinterpretación constante«, sentencia Muñoz.

Texto: Oriol Margalef (@OhMargalef en Twitter)

Fotografías: Rafael López-Monné (@lopezmonne en Twitter)

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