La atalaya de Tarragona

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Nos encontramos en el punto más alto de la ciudad, a setenta metros de altura. El Mediterráneo es habitualmente un mar tranquilo, pero hoy, a mediados de enero, lo percibimos a vista de pájaro rizado y nervioso. Seguro que el viento que sopla, ayuda. De hecho, desde lo alto del campanario de la Catedral de Tarragona todo se ve diferente y todo se interpreta mejor. Las campanas tocan los cuartos y a continuación los doce repiques anuncian que alcanzamos el mediodía. Aquí arriba reina silencio sólo interrumpido por algunas ráfagas de viento. Contemplamos las vistas maravillados.

Paco Tovar y Julio Villar, los guías de Argos Serveis Culturals, la empresa que tiene la adjudicación de esta exclusiva visita guiada, resiguen y nos indican con el brazo el trazo y el perfil de Tárraco, la primera ciudad que los romanos fundaron fuera de Italia: las murallas, el paso de ronda, los portales, los monumentos… Y luego dan saltos en la historia para ligar la evolución de la ciudad romana en los grandes periodos que le ha tocado vivir. Hablamos de la época medieval, del asedio de la guerra del Francés, de cómo y por dónde entraron las tropas nacionales durante la guerra civil, y de la Tarragona actual. Paco y Julio atesoran mil anécdotas y leyendas: pedidles que os las expliquen y la visita se os hará fugaz.

Para llegar hasta aquí arriba hemos subido 196 escalones en tres etapas. Los guías son jóvenes, pero considerados. Mientras subíamos hemos podido ver las cicatrices que la Catedral conserva en la piel, testigos imborrables de las diferentes etapas vividas: autógrafos de los tiempos de los canteros y artesanos romanos, impactos de todo tipo de proyectiles de diferentes conflictos, grafitis de distintos períodos… La historia, tozuda, siempre se repite.

La visita al campanario de la Catedral tiene, sin embargo, un preámbulo que permite situar físicamente al visitante. Empezamos por el Museo Diocesano donde una imagen nos indica el punto exacto donde estaríamos 1.900 años atrás. El salto es brutal y falta imaginación para retroceder en esta especie de túnel del tiempo. Sólo cruzar el gran portal del museo te das cuenta que el Claustro de la Catedral se sostiene por dos inmensas paredes romanas: una que es visible, y la otra que todavía no se enseña porque está en obras. Si eres un apasionado de la historia y observas el impresionante muro romano con sus magníficos sillares, no puedes hacer más que emocionarte. De repente has retrocedido al siglo I después de Cristo.

Mur romà

En cambio, la parte posterior de la pared, la que da al Claustro, data del siglo XII. La atmósfera que se genera es original, personal, única. Esto pasa en otros claustros, no en todos. Ante la capilla de la Virgen del Claustro hay una sepultura que te llama la atención. Aquí descansan los restos de un militar, capitán de coraceros en 1641, de nombre Francisco Plaza, cuyo gran mérito fue ser «el hombre más alto de nuestros tiempos, que su grandeza pasaba de los doce pies» (2.20 metros).

Dentro del claustro, escondidos en dos de los numerosos capiteles que hay, podéis poneros en la piel de Indiana Jones y buscar “el hombre de las tres caras” y “la procesión de las ratas”. Si los encontráis es que, efectivamente, ¡tenéis madera de exploradores! Si no, siempre podéis recurrir a la ayuda de los guías. “El hombre de las tres caras” es una licencia del escultor de la época, que en un punto determinado del Claustro esculpió tres caras en una, o una en tres, según se mire. En cuanto a “la procesión de las ratas”, esta imagen tiene un mensaje más profundo. En una primera escena, el capitel muestra una procesión de ratas que llevan un gato muerto (o eso es lo que parece) colgado de un palo. La imagen es festiva, de jolgorio y celebración, pues ese gato las debía atormentar como sólo ellas sabían. En la segunda escena, sin embargo, el gato está comiéndose a las ratas. No estaba muerto, se lo había hecho. La enseñanza está relacionada con la tentación: no debemos creer nunca que la tenemos dominada, porque en cualquier momento podemos volver a caer en ella…

Antes de empezar a subir los 196 escalones que nos conducirán a lo alto de la Catedral, hacemos una parada obligatoria para admirar el fresco de Santa Tecla y San Pablo, en la capilla de los Sastres, una de las pinturas del siglo XIV que han sido restauradas recientemente . Aquí no pasa como en Italia, capital de la cultura por excelencia, donde muchas de las obras de esta época están firmadas y sabemos a quién corresponden. Aquí las obras son anónimas. La pintura a la que hacemos referencia hoy resplandece, pero hasta hace poco apenas mostraba un par de cabezas y sólo se intuía que el sepulcro era policromado. La escena representa, a un lado, a la Virgen y el niño Jesús con el arzobispo de Tarragona Pere de Clasquerí. Y al otro lado, Santa Tecla y San Pablo rezan ante los restos del arzobispo.

Fresc

Ahora sí, comienza la ascensión hacia el campanario. La primera parada, cincuenta y un escalones después, es para ver la sala de los monjes, las dependencias donde residían las personas que trabajaban para la Catedral: porteros, sirvientes… Nos encontramos en la parte románica del recinto, de planta cuadrada. Retomamos el camino y subimos 53 escalones más. Entramos a la sala de los relojes, donde se encuentra la maquinaria original del siglo XVI, y del segundo reloj que funcionó desde el 1882 hasta el 1986. Paco Tovar asegura que ambas funcionarían hoy en día perfectamente con unas pequeñas reparaciones.

La tercera ascensión es la definitiva, o casi. En primer lugar vas a parar donde están las campanas que suenan durante los grandes oficios religiosos y por fiesta mayor. Destaca, en medio, la Fructuosa, del 1313, que necesita de dos personas para que le den la vuelta completa. Desde este lugar se hace el ataque a la cima, de donde nos separan unos cincuenta escalones más. Arriba de todo está La Capona, la única campana cívica que hay en la Catedral porque la pagó el ayuntamiento. Los símbolos así lo delatan. El resto, en lo alto de la atalaya, ya la conocéis. Ahora sólo falta que lo experimentéis en persona.

Por, @irodon

 

Concertar visitas:

Argos Servicios Culturales: (+34) 670 553 404 o reservas@argostarragona.com

Taquillas Catedral (+34) 977 226 935 o catedraltarragona@dna.es

Días: Sábados

Horarios: 10 h; 11:30 h, 16 h

Duración de la visita: 1h30 ‘

Idiomas: català, español, english, français, italiano

Precios: 10 € (niños y jubilados), 15 € adultos

Grupos: Mínimo 5 personas; máximo 15

Twitter: Julio Villar (@Julio_VillRob) o Argos Servicios Culturales (@argostarragona)

Más información:

http://www.argostarragona.com o www.catedraldetarragona.com

* Se pueden concertar visitas fuera de este horario previa reserva

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